Leyenda: La garita del diablo

Una noche tenebrosa, desapareció el soldado Flor de Azar de la garita.

Leyenda: La capilla del Cristo

En la calle Santa Catalina del Viejo San Juan ocurrió un suceso milagroso en el 1750.

Leyenda: El pozo de Jacinto

Jacinto era un humilde campesino que se dedicaba a pastorear el ganado ajeno...

Leyenda: El pirata Cofresí

Roberto Cofresí y Ramírez de Arellano era el terror de estos mares antillanos con sus piraterías.

Leyenda: El perro de piedra

El perro se quedó esperando el regreso del soldado español que lo había cuidado...

domingo, 8 de junio de 2014

El perro de piedra (San Juan, PR)

Leyenda de coqui

Cierto día después que el Ké (la tierra) y el Bagua (el mar) fueron divididos por Yocahú (dios supremo de todo lo creado) los animales grandes y pequeños habitaron la superficie terrestre. Yukiyú (dios del bien) había preparado una Cáiku (isla) muy parecida al Edén, llevó allí algunos animales escogidos por él. Entre la flora, la brisa y las estrellas todos los animales se durmieron. Yukiyú decidio darle a la noche un sonido melodioso. Quería una nana permanente y natural que nos sirviera de arrullo y compañía. Escogio de entre las ranas, una de ellas, la más pequeña, temerosa y resbaladiza, con grandes ojos azabache que se escondía entre las hojas de plátano. Tomándola en sus manos le susurro diciéndole: “ve descubre tu isla, conocela, disfrutala y amala. Se el vigilante de los sueños nocturnos, profeta de mi Edén Trópical”.
Al día siguiente, un radiante Agüeybana (sol grande) salió imponente desbordando toda su luz por la serranía. Fueron saliendo del bosque las xaxabís (cotorras), los jubos (culebras), los mucarús (buhos), las iguanas, los guatibiris, los guabas (arañas), los guaraguos (aves), los jueyes, las jutias (conejos), los tanamás (mariposas) los biajaní (palomas) y los Cokies. Así fue que Yukiyú nos dotó de una fauna muy particular y propia.

Tomado de:http://aquiestapr.com/directorio/category/puerto-rico/leyendas-puertorriquenas/
Imagen tomada de:http://elyunque.com/Coqui.htm

martes, 21 de enero de 2014

La Rogativa (Viejo San Juan)


Fotos pertenecen a: Deviantart: Alurcada Trekearth by Malouteam Flickr: Leonel Martinez Free Photo of the Day Panoramio by Lolyant LMSJ.ORG La Rogativa es una escultura que recrea los sucesos ocurridos en la leyenda: Las once mil vírgenes.

lunes, 20 de enero de 2014

sábado, 18 de enero de 2014

Las once mil vírgenes

Por: Cayetano Coll y Toste

El general inglés Abercromby(1) en 1797 dirigióse contra la isla de Trinidad(2), comandando una formidable escuadra de sesenta velas y habiéndose apoderado fácilmente de aquella tierra, hizo rumbo a la de Puerto Rico y desembarcó sus aguerridas tropas en las playas de Cangrejos en son de conquista.

Gobernaba este país el general don Ramón de Castro y prontamente puso la ciudad en estado de defensa. Se tocó la generala. Se distribuyó la guarnición. Se cortó el puente de San Antonio. Se organizaron ganguiles(3), pontones y baterías flotantes en lanchas cañoneras y se levantaron patrullas en cuerpos volantes para recorrer y defender los campos circunvecinos de las incursiones y depredaciones del enemigo. Se publicó un bando para que las mujeres, los niños y los viejos abandonaran la ciudad, quedando solo los hombres útiles para tomar las armas.

No fue posible evitar el desembarco de las tropas inglesas, porque los navíos anclados en la ensenada de Cangrejos, barriendo la playa con metralla, protegían las chalupas y botes que desembarcaban las tropas enemigas cerca de la playa llamada la Torrecilla.

El general Abercromby situó su cuartel general en la Casa del Obispo cerca de la iglesia de San Mateo y empezó a avanzar hacia poniente. Al llegar al Puente de San Antonio le detuvo la cortina de fuego de este fortin, que fué destruido en 1896, y la metralla del Castillo de San Gerónimo. Entonces levantó trincheras en Miramar (en aquella época se llamaba el Rodeo y posteriormente El Olimpo) y en el Condado. No le fué posible pasar adelante, aunque tomó los polvorines de Miraflores. Si recio y sostenido era el fuego de cañón y mortero del inglés, porfiada era la defensa de la plaza. El sitio empezó el 17 de abril y el 29 del mismo mes continuaba en iguales condiciones, peleando sitiados y sitiadores con empeño y denuedo.

II

El obispo Trespalacios (4), que regía esta diócesis ayudó a Castro hidalgamente con personal eclesiástico para todos los puestos de la guarnición, hasta los de peligro, y además dinero. La Cruz y la Espada marchaban de común acuerdo en la defensa de San Juan.

El 30 de abril se presentó a su lIustrisima el Provisor y le dijo:
-Señor Obispo, ¿por qué no hacemos una rogativa para implorar el auxilio del cielo?
-Tiene usted mucha razón. Hagamos una rogativa dedicada a Santa Catalina, santa del día y patrona del primer castillo que se hizo en esta ciudad, que hoy es casa de los Gobernadores, y también la dedicaremos a Santa Ursula y a las once mil vírgenes, de quienes soy devoto especial.
-y ¿cómo se dispondrá la procesión?
-Pues toda la ciudad tomará parte en eIla. El que no tenga vela de cera la llevará de esperma o sebo y los muy pobres llevarán antorchas de tabonuco. Yo la presidiré con el Cabildo eclesiástico y las autoridades.
Saldremos de la Catedral y recorreremos todas las calles de la capital y al romper el alba regresaremos al templo para celebrar una misa cantada a toda orquesta.

Tal como lo dispuso el señor obispo tuvo efecto la grandiosa rogativa, con el aditamento de haber echado a vuelo todas las campanas de las iglesias.

III

A las nueve de la noche los espías ingleses que atalayaban, avisaron al cuartel de Abercromby, que se notaba gran movimiento dentro de la ciudad, que se oían grandes repiques de campanas y se vislumbraban grandes luminarias hacia el oeste.

-Estarán recibiendo refuerzos de los campos, dijo el general inglés; y añadió: Mis fragatas, que vigilan la entrada del puerto no pueden acercarse por el fuego que les hacen los baterias del castillo de la entrada.

Y dio órdenes para que las trincheras de El Rodeo y del Condado avivaran lo más intensamente posible el fuego contra la ciudad. Y que hubiera acción de mosquetería sostenida contra las lanchas cañoneras.

A las doce de ta noche volvieron los vigías a notificar al general Abercromby que las luces iban creciendo dentro de la ciudad y que ahora se dirigían al este. Abercromby reunió su estado mayor y le dijo:
-Llevamos cerca de un mes en la fajina de este sitio y no hemos adelantado una pulgada. Tenemos lo que tomamos el primer día y nada más. La plaza está muy bien defendida. Por otra parte la disentería empieza a hacer estragos en nuestra tropa. El agua de que disponemos es muy mala. Hay que tener en cuenta, que los vecinos de los campos, fuertes y aguerridos, van viniendo a socorrer la Capital y no podemos evitarlo. Esta noche se prepara, indudablemente, una gran salida de los sitiados, al primer cuarto de la madrugada para atacar nuestro campamento. Creo, pues, llegado el momento de reembarcar la tropa.

Todos los oficiales de su estado mayor fueron de igual parecer. Se dió la orden de embarque. Se tocó la generala. Y a la mañana siguiente, primero de mayo, estaba completamente levantado el sitio.

IV
En la iglesia Catedral, después de la misa cantada, se entonó el Tedéum laudamus y luego predicó su Ilustrísima.

Un hermano de mi abuela, teniente de Milicias, que entró en la plaza el 22 de abril con una compañía de Milicianos de Arecibo, refería el espléndido triunfo de Santa Ursula y las once mil vírgenes. Mi abuela, que murió de noventa y siete años. y recibió de labios de su hermano la histórica narración, me contaba que las once mil vírgenes, gracias al obispo Trespalacios, que las había implorado a tiempo, salvaron la ciudad del saqueo de los ingleses. Que aquella memorable noche fué cuando más tronó el canon enemigo, y que las balas se volvían de mitad de camino contra los sitiadores y no caían en la ciudad. Y que cuando la gran rogativa entraba en Catedral terminó de repente el cañoneo y desaparecieron los enemigos.

También así lo estuve yo creyendo mucho tiempo; pero después he sabido que Santa Ursula y las once mil vírgenes eran bretonas y he pensado, que de haber venido en aquella ocasión hubiera sido en ayuda de sus paisanos, a pesar de lo que juraba y perjuraba el hermano de mi abuela.

De modo que, respetando la buena fe de nuestros mayores y su bella tradición, me inclino a creer que quienes obligaron a los ingleses a levantar el asedio fueron el gobernador don Ramón de Castro con su activa dirección y enérgico carácter y los férreos puños de los Mascaró, Vizcarrondo. Andino, del Toro, Linares, Lara, Diaz y demás valientes que supieron defender el terruño de la invasión extranjera.

Leyenda Publicada en: http://santaursulavirgen.blogspot.com/2012/09/leyendas-puertorriquenas-las-once-mil.html

miércoles, 15 de enero de 2014